UN HALLOWEEN DEL SIGLO XXI
OPINIÓN, Noviembre 2014Se acaba de celebrar el Halloween, una fiesta muy polémica que tiene su principal arraigo en Estados Unidos donde los padres compran calabazas y adornan la casa con sus hijos de las formas más variadas para celebrar la “noche de los difuntos”. Esta celebración ha tenido un gran arraigo en muchos otros países, donde la fiesta se asocia a menudo con los colores negro, morado y naranja, y con visitas a casas encantadas y películas de terror, aunque cada vez se parece más a un carnaval en pleno otoño.
En España el Halloween tiene también numerosos seguidores aunque su más reciente recuerdo es el tremendo accidente provocado por el tumulto en Madrid-Arenas con la muerte de cinco chicas, todavía envuelta en temas judiciales de alto nivel. Pero el Halloween se sigue celebrando como una tradición muy arraigada especialmente entre la gente joven.
Esta fiesta tiene un origen celta. Se llamaba Samnahin que significa “final del verano”, y se celebraba cuando terminaba la temporada de cosechas, dándole una cierta relación con los espíritus de los difuntos. Los inmigrantes irlandeses la trasladaron a Estados Unidos en 1840 pero no empezó a celebrarse masivamente hasta el año 1921 cuando se hizo el primer desfile en Minnesota. Se internacionalizó rápidamente en los años 70 y 80, impulsada también por algunos rasgos de la cultura hippy.
UN HALLOWEEN DEL SIGLO XXI
Como todos los años, la fiesta de Halloween ha sido objeto de polémica. Se la acusa de falta de respeto a los difuntos y, sobre todo en nuestro país, de que es ajena a nuestra tradición cultural, algo que no ocurre con otras celebraciones de estos días como es el Magosto en algunas ciudades del norte y la “Castañada” muy arraigada en Cataluña, también proveniente de rituales celtas, y que sustituye a las calabazas por castañas.
En medio de las polémicas en torno al Halloween a veces se olvida algo importante: el término Halloween -contracción de “All Hallows Evening”, que significa “víspera de Todos los Santos”- nos recuerda su antigua relación con el cristianismo, lo que la acerca en cierto modo a nuestra tradición cultural.
Quizás sería ahora el momento de reivindicar estas raíces recordando cómo la tradición cristiana ha tenido siempre un gran poder de absorción de las fiestas paganas utilizadas para explicar las verdades de la fe. Lo vemos por ejemplo en la fecha de la Navidad, el 25 de diciembre, que los paganos celebraban como el “nacimiento del Sol” y que fue totalmente eclipsada por el advenimiento del “Sol de justicia”, la celebración de la sólida verdad del nacimiento de Cristo.
En este ultimo año los obispos norteamericanos han animado a celebrar el Halloween para hablar del sentido de la vida y de la muerte y de lo que viene detrás, como es la resurrección y las enseñanzas de la Iglesia sobre este tema tan capital. Vivir un nuevo Halloween es posible si se compagina con rezar por los difuntos y recordar que “la muerte no es el final”, como escuchamos el 12 de octubre, día de la fiesta nacional, en el himno entonado en el homenaje a los caídos previo al desfile en el Paseo de la Castellana de Madrid.
Si en nuestra ropa figura muchas veces la etiqueta “made in China”, si nuestro coche es alemán o nuestro móvil japonés, ¿por qué no aprovechar estas nuevas tradiciones como es el Halloween, aunque sean importadas, para ayudar a difundir la verdad? Se trata de no incurrir en exageraciones y faltas de respeto a los difuntos pero en vez de combatirla sin éxito aprovechar su vertiente lúdica para unirla a nuestra vida como una celebración de raíces cristianas.