EL RETO DE LA MODA NUPCIAL
OPINIÓN, Septiembre 2018Bee Shaffer
Lolita Jacobs
¿Qué se llevará la próxima temporada? Es una pregunta que suelen hacernos a las periodistas que tenemos el privilegio de ver en directo las colecciones de moda española, especialmente las de la Fashion Week. Encontrar la respuesta es difícil porque supone hacer un resumen de las tendencias cada vez más variopintas y diversas que luchan entre sí para acaparar la atención. Pero aparte de las cuestiones de estilos, líneas y colores, en la moda existen otros factores a tener en cuenta que afectan a los diseñadores y sobre todo a las destinatarias de su moda. El cuidado de la imagen y la carta de presentación que supone el look exige un dress codex para acertar, no solo lo que va de acuerdo con la propia personalidad y filosofía de la vida, sino en lo que concuerda con momentos determinados, eventos y toda clase de circunstancias.
Para poner un ejemplo significativo, podemos acudir a los desafueros que se observan en algunos trajes de novia que demuestran que algunos diseñadores tienen borradas las fronteras entre lo que es la ceremonia de una boda (un acto que compromete toda una vida) con la alfombra roja de cualquier festival. Y muchas mujeres siguen su ritmo con la misma falta de criterio y claridad de ideas. Aunque el problema es a nivel internacional creo que los españoles tenemos bastante que decir en este tema ya que España es el segundo país que más vestidos de novia exporta, solo superado por China, y que supone el 60 y el 80 % de la facturación de las firmas, cifras que se han mantenido incluso durante la crisis.
A través de los medios de comunicación y de las redes sociales observamos cómo repercute este tema en algunas bodas celebradas en los últimos meses. Los trajes de novia de personajes importantes o simplemente populares han protagonizado muchos debates, algunos de gran calado en las redes sociales. En la variedad del colorido no hay discusión posible porque nadie ha podido desbancar al blanco popularizado por la Reina Victoria de Inglaterra en su boda con el príncipe Alberto en 1840, un color que nunca ha renunciado a su puesto privilegiado, pero actualmente los trajes nupciales han sido utilizados por algunos diseñadores para crear códigos de estilo y han visto en ellos la oportunidad perfecta para lucirse con algo especial aunque resulte impropio a todas luces.
Entre los que se han empeñado en romper las normas más elementales tenemos dos casos muy recientes: la boda de Lolita Jacobs, artista y modelo que se casó en Saint Tropez con un minivestido camisero de Alaïa y un segundo traje (una costumbre introducida en las bodas para facturar no un traje sino dos) confeccionado en punto con una amplia abertura creación de Simon Porte Jacquemus. Otra boda significativa ha sido la de Emma Leth, it girl y modelo danesa, con un traje firmado por este mismo diseñador.
Meghan Markle
Emma Leth
Jacquemus
EL RETO DE LA MODA NUPCIAL
Es curioso que el creativo que ha quedado marcado como un furibundo transgresor en trajes nupciales sea precisamente Jacquemus, un diseñador francés de 27 años que ganó en 2015 el prestigioso premio LVMH y que en sus colecciones habituales presenta algunas prendas de muy buen gusto con un perfecto equilibrio entre lo artístico y lo comercial. Su modelo para Emma Leth quería llamar la atención con una pamela supermonumental como remate de un traje con transparencias impropias de cualquier mujer decente y de cualquier ceremonia digna. Es cierto que sus pamelas han sido un referente en el dress codex veraniego y han alcanzado un éxito espectacular pero… para ir a las playas hawaianas o para cualquier otra situación que no sea sustituir el velo de novia.
Ha habido afortunadamente varios contrapuntos con vestidos nupciales que han recibido opiniones muy favorables. Entre los más recientes están el vestido de novia más mediático de estos últimos meses, el de Meghan Markle, creación de Claire Waight Keller de la casa Givenchy que, dentro de su aparente sencillez, albergaba todo un código de creatividad y oportunidad, y el de la boda de Bee Shaffer con Francisco Carrozini.
Barcelona Bridal Week
El acierto del traje de novia de Bee Shaffer estaba casi en sus genes. Por algo es hija de la todopoderosa reina del mundo de la moda Anna Wintour y el novio a su vez hijo de Franca Sozzani, la recientemente fallecida directora del Vogue italiano. Su boda en Italia, país del novio, se celebró en la iglesia de la idílica localidad de Portofino. La novia llevó un exquisito traje blanco marfil con detalles bordados, un velo de encaje hasta la cintura y un colgante de oro con una cruz.
El debate sobre los trajes de novia, que son en realidad la piedra de toque de cualquier diseñador, puede convertirse en referente de este don de la oportunidad y de marcar adecuadamente el realce de un evento que la moda no puede descuidar. En España el sector de la moda nupcial ocupa a más de 6.000 personas, y cuyo certamen Barcelona Bridal Week se ha marcado el objetivo de convertirse en el 2020 en capital de las novias, tiene un reto importante: marcar pautas para liderar este sector no solo comercialmente sino consciente de su papel de vestir un evento que no admite transgresiones ni aventuras carnavalescas.