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GORDITAS PERO CONTENTAS

OPINIÓN, Octubre 2013
por Pilar Cambra | Nº 84


Recuerdo el titular de una revista como parte del ranking de los diez mejores que he leído en mi vida… Me proporcionó un gozo, un respiro, un consuelo muy particulares. Decía así: “Gorditas pero contentas”. Y, en efecto, ¿qué más se le puede pedir a la vida (física) que llevar con buen humor un poco (sin pasarse) de sobrepeso, esos tres o cuatro kilos de más que nos alejan de la figura ideal y promocionada por la mejor moda? Gorditas, pero no tristes, ni acomplejadas, ni cariacontecidas, ni esclavas de un régimen alimenticio drástico, draconiano y permanente… Gorditas pero, además de contentas, elegantes, bien vestidas en toda ocasión, luciendo el garbo y pisando fuerte.

Bien sé que la delgadez –incluso la delgadez extrema y enfermiza, ésa que roza la anorexia si es que no cae plenamente en ella, ésa que de vez en cuando se denuncia ante anuncios y publicidades que son un llamamiento al hambre y a la desnutrición voluntarias-, esa delgadez que afila las clavículas y convierte en surcos secos las costillas, es la preferida de algunos diseñadores para presentar sus creaciones… Y con razón: una figura femenina dibujada a buril, con rasgos rectos y sin una curva que llevarse al lápiz es lo más parecido a una percha de la que cuelga el vestido impecablemente: ni una arruga, ni una pinza fuera de lugar, ni un vuelo que desdiga de la armonía del conjunto. Pero desengañémonos: la calle, las calles de este viejo planeta llamado Tierra no son las pasarelas de los desfiles de moda…
 
Las calles, por el contrario, son un sano muestrario de figuras femeninas ¡¡¡benditamente normales!!!, con algún kilo de sobra en la cintura, en el estómago, en los brazos o en la espalda. No digo que no se vea de vez en cuando una estampa de ‘topmodel’ caminando con despreocupación por la vía pública… Pero eso, en todo caso, es lo excepcional, lo raro… Lo normal, ya digo, es que las aceras, los autobuses y el metro estén llenas de chavalitas y mujeres de todas las edades a las que mamá Naturaleza o el paso del tiempo han dotado de algo más de carne que la tolerada por un diseñador estrella
 
Por eso me ha resultado tan humana y tan consoladora –casi tanto como aquel titular de las gorditas risueñas- la noticia que he leído estos días atrás. Se refería a una modelo norteamericana de veinte años, de 1,80 de estatura y 80 kilos de peso que sigue una dieta especial ¡para no bajar de peso! Y es su figura rotunda y bien modelada, su aspecto de salud evidente, su “lustre” –como diría mi abuela- es, precisamente, la que le consigue sustanciosos contratos para pasar modelos de varias firmas especializadas en tallas “normales”, pensadas para cuerpos normales y no para esqueletos revestidos de un mínimo de carne
 
Sí: la modelo a la que se refería la noticia tiene algún que otro michelín bien colocado y que le da a su figura una cercanía con nuestras figuras, con las hechuras de quienes, en definitiva, compramos la ropa y somos la fuente de negocio de las firmas de moda. Respiremos, pues, de satisfacción: en algunas pasarelas seguiremos contemplando figuras imposibles trazadas con cartabón y regla, sin una sola concesión a la redondez… Pero esas no son las ‘únicas’ pasarelas: otras se rinden a la evidencia de que sus posibles clientes están entre las gorditas. Y tan contentas.


GORDITAS PERO CONTENTAS

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