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LA MODA RECLAMA LIBERTAD

OPINIÓN, Febrero 2020
por Josefina Figueras | Nº 154
Estilo fiesta. Dolce y Gabbana
Estilo fiesta. Dolce y Gabbana
Estilo colonial. Fendi
Estilo colonial. Fendi

Hace unos días el mundo de la moda despedía a otro de sus iconos: el diseñador Emanuel Ungaro. He recordado ahora una de las frases que me dijo en una entrevista realizada en París en su estudio bañado de luz y de música de la Rue Montaigne: “La moda del siglo XXI significa el triunfo de la libertad”. Una teoría que él mismo había desarrollado con sus estilos más diversos y las mezclas más eclécticas y audaces de colores y estampados. La moda en sus titulares y tendencias se apropia en multitud de ocasiones de la aureola casi mágica de la palabra libertad porque no hay mayor conquista como la de sentirse libre, incluso en áreas tan desconcertantes como el mundo de la moda.

¿Qué no se habrá dicho y escrito sobre la palabra libertad? No hay más que consultar el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española para ver las distintas acepciones que pueden darse al concepto de libertad, tan alabado y a veces tan mal interpretado. Me quedo con dos de las definiciones más significativas. Dice la primera: “Facultad que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra y de no obrar por lo que es responsable de sus actos”. Leo más adelante: “Desenfrenada contravención de las leyes y buenas costumbres”. Esta última se equipara a una “libertad sin límites”, una independencia desvinculada, la pura y dura entronización del subjetivismo y el relativismo frente a las normas y costumbres objetivas. 

El falso enfoque de la libertad lleva a muchos a admitir que en el horizonte artístico de la moda no hay límites, que lo único que importa a la hora de diseñar o escoger son los argumentos de originalidad, innovación o sorpresa espectacular. Los postulados de una sociedad individualista han contribuido a situar a ciertos sectores de la moda actual en un rechazo de las leyes éticas y estéticas. Algunas tendencias de moda, al igual que algunas corrientes del arte moderno, quieren colocar la primacía de la libertad individual por encima de toda consideración ética o artística decantándose por modos y estilos que avasallan leyes y costumbres conforme a su abusivo código de la libertad. 

Contrastes de color. Balenciaga
Contrastes de color. Balenciaga
Elegante. Armani
Elegante. Armani
Sport chic. Max Mara
Sport chic. Max Mara

LA MODA RECLAMA LIBERTAD

Decía el escritor francés Saint Exupery que “el hombre vale según el número y la calidad de sus vínculos”, y estos no pueden quedarse en la cuneta a la hora de hacer moda, como en cualquier otro aspecto de la conducta humana. El diseñador que prescinde de vínculos y criterios para acogerse solo a lo que llama la atención, a lo provocador y ostentoso deslumbrado por la magia de una falsa libertad se sitúa en los parámetros de una moda vacía de contenido y abocada a contribuir a la edificación de una sociedad sin valores. 

En este asunto tiene también un papel fundamental la consumidora de moda que con su elección tiene la última palabra. Actualmente la multiplicidad de modelos y estilos diversifica y psicologiza el vestido. La gran conquista de la mujer es que ahora lo habitual es vestir según el propio estilo y personalidad, que ella es libre de buscar una imagen que esté de acuerdo con su forma de ver la vida, con sus creencias, con su visión del mundo y de la sociedad. Esta “libertad de opción” es una de las mejores posibilidades que ofrece la moda actual. Se equivocarían quienes la emplearan solamente para buscar la originalidad epatante, el inconformismo, la excentricidad y la exhibición del cuerpo. 

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Abrigo oversize. Givenchy
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Emanuel Ungaro en los 90
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Modelos de Ungaro años 90

La palabra elegancia –denostada en algunas épocas cercanas- ha vuelto a recobrar su enorme prestigio. Su concepto -que viene de “eligens”, elegir - está en vestir de acuerdo con una imagen equilibrada entre el interior y el exterior, sin fisuras ni esquizofrenias de la apariencia. Este es el verdadero triunfo de la libertad que reclamaba el diseñador Emanuel Ungaro para nuestro convulso siglo XXI.

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