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MODA, DECORO Y ORDINARIEZ

OPINIÓN, julio 2010
por Josefina Figueras | Nº 48

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“!Ya está aquí el verano: Que ordinariez!”No se el origen exacto de este dicho, que se ha hecho ya muy popular, pero presiento que es una réplica a un concepto políticamente incorrecto: el decoro. A esta palabra, como a tantas otras, se le ha dado un significado peyorativo, despojándola de su significado verdadero que no es otro que el respeto que la persona se debe a si misma y como consecuencia a los demás. Sin embargo la moda no puede eludir el decoro si no quiere caer en esta plaga que el refrán denuncia y que en verano se hace más ostensible: la ordinariez.

Para enfocar el tema con la mayor objetividad posible he acudido a dos diccionarios de reconocido prestigio, el de María Moliner y el de Julio Casares, en busca de la vilipendiada palabra decoro. Dice el primero “Cualidad del que sin lujo presenta un aspecto cuidado y correspondiente a su categoría” y el segundo “Respeto que se debe a una persona. Honestidad. Recato” Creo que en estas dos definiciones están contenidas toda la gama de significados que el decoro contiene.

La pérdida generalizada del decoro, que es un claro síntoma de retroceso social, puede expresarse de muchas formas pero una de las más sintomáticas y que en verano alcanza niveles altísimos afecta a la forma de vestir y en consecuencia a la moda. La pérdida del decoro indumentario parecía que era una especie de tributo que debiamos pagar al turismo o al menos algo circunscrito a los lugares de veraneo, especialmente a las playas. Pero desde hace unos pocos años la plaga afecta tambien a todas las poblaciones y hasta a los más elitistas barrios de ciudades como Madrid o Barcelona.

Presentar un aspecto cuidado y correspondiente a la categoría personal, como preconiza la primera definición del diccionario, es algo que no casa con el espectáculo de muchos hombres vestidos en plena ciudad con pantalón corto limitado por unas piernas velludas, una camiseta amplia y desmañada y unas chanclas de goma que ponen al descubierto los pies, una de las partes más comprometidas de la anatomía humana.

Si nos referimos a la mujer la cosa alcanza cotas todavía mas preocupantes porque el desaliño se alterna con una carencia absoluta de criterio sobre lo que puede o no debe llevarse en plena ciudad y reservarse para la playa o el deporte como son los shorts cortísimos o las minifaldas de un tamaño microscópico que puestas sobre esta comprometida pasarela que son las aceras de una calle pueden denunciar cruelmente unos kilos de más, o hasta la urgente necesidad de echar mano de un potente anticelulítico. En este caso entra además en juego otra palabra por encima de la estética a la que también se ha querido estigmatizar: la decencia.

Se ha dicho siempre que la moda detecta como nadie los valores y contravalores de la sociedad. En esta perdida del decoro y de decencia se nota una crisis tremenda que afecta a la sociedad actual: la crisis de la intimidad Mucha gente no tiene el más mínimo reparo en contar su vida intima, no solo dentro del circulo de sus amistades, sino hasta en los medios de comunicación especialmente en este altavoz del mal gusto que son los programas “basura” de televisión. Y cuando no se tiene reparo en desnudar el alma tampoco se tiene reparo en desnudar el cuerpo

El vestido, además de defendernos de los estragos climáticos, tiene otras funciones fundamentales como son la protección de la intimidad personal, que supone un acto de autoposesión del cuerpo que la propia naturaleza humana expresa con el instintivo sentimiento al que llamamos pudor que es propio de seres inteligentes y que, como es obvio, no se da en los animales que no tienen una intimidad que proteger. Esta faceta está también incluida en la palabra decoro que no es, como pretenden algunos falsos progresistas, una actitud retrógada y mojigata anclada en unas convicciones que la modernidad repudia, sino que, como el diccionario nos recuerda, está en el respeto que se debe a uno mismo ya que solo el que es capaz de tenerlo por uno mismo es capaz de inspirarlo en los demás

Estamos ya ante el desafio del verano. No caigamos en el acostumbramiento a lo que nos quiere llevar la chabacanería ambiental. La moda hay que esgrimirla como una arma estética y la mejor aliada del buen gusto y de la buena educación, cualidades totalmente antagónicas a la ordinariez que señala el refrán.




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