LENGUAJE Y ESTILO PERSONAL
OPINIÓN, octubre 2007

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El hábito no hace al monje pero el lenguaje sí porque denota inmediatamente el estilo personal y el nivel de refinamiento de la persona. Por desgracia un mal entendido sentido de la libertad está identificando la emancipación femenina con el tono desinhibido, con el comportamiento agresivo y con el hablar desbocado.
El hablar tienen muchos componentes y matices: el tono de voz, el vocabulario, la gracia con la que se presenta una argumentación o una sugerencia, la discreción en el decir y en el pedir, la prudencia al referir hechos y opiniones. Mirar a los ojos y dedicar toda tu atención al interlocutor, saber pedir utilizando un “por favor”, saber agradecer, son formas elementales de buena educación a poner en práctica en toda ocasión, en el trabajo, en un acto social o en familia. Pero también son formas particulares de elegancia que definen el estilo personal. Se puede decir todo con el tono de voz adecuado: ni demasiado bajo que obliga al que escucha a grandes esfuerzo , ni demasiado alto porque resulta desagradable y vulgar.Es necesario usar siempre la manera correcta. Cuando hablamos de corrección en el hablar pensamos inmediatamente en las palabras que se deben emplear y en el uso de las reglas gramaticales y sintácticas. Las palabras reproducen conceptos e indican objetos; sirven para comunicarse con los demás, expresan nuestros conocimientos pero también nuestros sentimientos. Cuanto más rico es nuestro vocabulario mayor es nuestra capacidad de expresarnos con precisión y de hacérselo comprender a los demás. No nos estamos refiriendo al uso de vocablos demasiado afectados o de frases complejas y enrevesadas: somos más cultos y más capaces de hablar cuantos más conceptos y frases simples y comprensibles usemos.
Al escuchar las conversaciones en el metro o en el autobús dan ganas de dar algunos pequeños consejos y no solamente a los muy jóvenes. Probemos a eliminar las intercalaciones o el uso de las palabras que no expresan conceptos u objetos precisos: por ejemplo el uso de la palabra “tio” o de expresiones más vulgares referidas a órganos sexuales que evitamos transcribir. No basta sin embargo un vocabulario amplio para volverse elegantes o tener un estilo impecable, es necesario eliminar palabras y expresiones vulgares.
El uso de “tacos” está ampliamente difundido en todas las edades y en todos los estratos sociales. El cine, los culebrones de moda y la televisión no nos ayudan a pulir nuestras expresiones. Pero si los tacos o “palabrotas” resultan poco elegantes para algunos, son dignas de estigmatización en boca de una mujer. El hábito no hace al monje pero el lenguaje sí porque denota inmediatamente el estilo personal y el nivel de refinamiento de la persona. ¿Qué razones pueden haber inducido a algunas mujeres a incorporar un lenguaje provocativo y vulgar que desentona incluso en boca de un hombre? Quizás un mal entendido sentido de la libertad está identificando la emancipación femenina con el tono desinhibido , con el comportamiento agresivo y con el hablar desbocado ¿Una necesidad de igualdad que se detienen en los hechos más marginales y en las imitaciones de aquello que resulta falta de elegancia incluso en el hombre? Pero quizás sea posible identificar algo más profundo que atañe a la unidad de la persona. Las “palabrotas” de contenido sexual , en boca de una mujer parecen el signo de una disociación. La escisión entre el amor y la sexualidad. Es decir, se habla de una sexualidad vivida al margen del amor, de una sexualidad violenta donde prevalece el desprecio y el uso del otro sobre el amor y la aceptación. Un aspecto de igualdad sexual que desnaturaliza y disminuye la esencia femenina.


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