CHUS BURÉS: LA SEDUCCIÓN DE ORIENTE
ENTREVISTA, octubre 2007

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Sus experiencias de continua innovación, le han dado un puesto excepcional en el mundo de la moda de las joyas. Chus Burés es un enamorado de la cultura oriental. Considera a Thailandia su segunda patria y la cultura oriental ha influido en su personal visión del diseño y en las mezclas de técnicas y materiales. Ha mezclado metal con seda, plata con bambú y ha empleado materiales tan insólitos como el azúcar y el chocolate alternando con el oro y la plata. Para él las joyas son el soporte ideal para expresar sus ideas.
Chus Burés me recibe en el salón principal de su estudio de la calle Serrano madrileña donde se respira un “desorden organizado” con infinidad de libros y folletos cuidadosamente apilados en el suelo. Cuadros abstractos en las paredes, lámparas halógenas y un largo sofá poblado de almohadones de tonos lilas y beiges…¿Cómo empezó tu itinerario profesional?
“Nací en Barcelona y ya sabes que allí todo lo relacionado con el diseño tiene una gran fuerza. Estudié Diseño e Interiorismo y pronto comprendí que el binomio moda y lenguaje corporal se podía expresar muy bien a través de las joyas. Empecé muy joven en la joyería clásica y mas adelante hice joyas para diseñadores hasta que me fui abriendo paso con mi propia marca.
¿Cuándo diste el salto a Madrid?
Fue en la década de los 80, los años de la “movida madrileña”. El diseñador Manuel Piña me encargó una colección de joyas que se presentó en el Museo de Arte Contemporáneo. Tuvo un gran éxito porque resultó muy innovadora, rompía la idea de que la joya tenía que ser con materiales preciosos y también el concepto que se tenía sobre los accesorios. Me contrataron para seis meses. Después Pedro Almodovar me encargó diseños para sus películas, diseñé la horquilla “Matador” para una película de este mismo nombre y me quedé ya en Madrid empezando con el estudio, con la tienda
Creo que viajas mucho por los paises orientales y que Tahilandia es casi tu segunda casa... ¿cómo empezaste tu trabajo en este país?
Hace doce años vino a Europa una delegación del gobierno tahilandés buscando un diseñador que impulsara el área creativa de la industria joyera de este país. Estuvieron en París, Milán y Barcelona. La Fundación barcelonesa P.C.D me puso en contacto con ellos , me invitaron a dar un seminario en Bangkok y al cabo de pocas semanas recibí un fax invitándome a hacer un proyecto serio para 12 diseñadores selectos del país. Hice el proyecto “The Living Workshop” de un año de duración, transporté mi estudio a Bangkok con la idea de que los diseñadores se incorporaran al diseño de mis colecciones utilizando mi metodología. Formamos un equipo trabajando todos en la misma dirección y fue un éxito.
Tus estancias en Tahilandia ¿han influido mucho en tu carrera?
A raiz de este primer año descubrí todo el potencial que tenía Tahilandia, descubrí la cultura asiática. Fue una experiencia muy interesante. Desde entonces no he dejado de ir, no sólo para producir joyas -que por cierto no son más baratas que en España como piensan muchos- sino para hacer proyectos colaborando con universidades y con escuelas de diseño y un sin fin de realizaciones para fomentar por todo el mundo la artesanía tahilandesa. Tahilandia se ha convertido en mi segunda patria
¿Cúal es tu principal fuentes de inspiración?
Mi fuente de inspiración se sitúa en una franja que va desde la cultura de mi país a las culturas asiáticas. Una mezcla multicultural que me ofrece la posibilidad de vivir un proceso de investigación constante que luego puedo aplicar a un proyecto de carácter puramente cultural o comercial..
Trabajas con materiales muy variados ¿cúales son los que más te interesan?
Todos los materiales me interesan porque cada idea requiere un soporte específico e idoneo para representarla y darle vida. Me gusta una joya realizada en materiales sintéticos pero también las realizadas en platino y diamantes de la mayor pureza.
¿Crees que hoy la joya sigue siendo considerada como un símbolo de riqueza?
No, hoy la joya es un pequeño fetiche, un adorno que uno guarda con mucho celo. Son pequeños objetos que te acompañan a lo largo de tu vida que los utilizas para adornarte, para llamar la atención, para seducir, porque el lenguaje corporal dice mucho sobre su usuario. La joyería ya no es una muestra del poderío que uno tiene sino que es una muestra del gusto y la cultura de la persona que la lleva.
En tus joyas ¿todas las mezclas son posibles?
Me gusta mezclar y emplear materiales insólitos. He empleado hasta agua de mar para mis sortijas, introduciendo el agua en departamentos estancos de metacrilato. También he acudido al crochet con hilos de oro y plata, en realidad el textil en joyería es una tradición centenaria que se encuentra en muchas culturas, en Turquía por ejemplo y en el sudeste asiático.
¿Dónde consideras tu que se centra el valor de la joya?
Para mi una joya hecha con papel puede ser tan maravillosa como una joya hecha con platino o diamantes. El valor de la joya está precisamente en la idea y en como se ha resuelto, en lo que inspira, en el alma de este diseño. Me gustan las joyas realizadas en materiales sintéticos pero también las realizadas con platino y diamantes de la mayor pureza.
¿Hoy la gente ya no ve las joyas como un producto para invertir en él?
No, la idea de comprar por ejemplo un diamante solo para invertir ya no es muy corriente. La gente quiere disfrutar con las joyas, les gusta llevarlas , tienen una opinión. Todo el mundo está informado por medio de revistas, las redes de Internet, la televisión. En nuestro país y en general hay una cultura de diseño mucho más elevada que antes, tienen un criterio y valoran también cosas que no son caras.



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