SABOREAR LA NAVIDAD
IMAGEN, diciembre 2012

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La Navidad, querida amiga, no quiere decir paréntesis temporal en el que puedes comer todo lo que te apetezca y en cantidades desmesuradas porque todo se perdona. La realidad es que NO SE PERDONA, es decir, esas grasas, azúcares y extras de calorías que ingerimos no se nos perdonan porque sea Navidad; es más, si durante el resto del año haces dieta, seguramente tu cuerpo las retendrá con más ganas y energía que nunca, ya que sabe que hasta dentro de un año entero, no volverá a olerlas…
Entonces ¿qué? ¿Todas las navidades amargadas porque no se puede comer dulce? No, señora, comer dulce es sanísimo, de hecho es el alimento del cerebro. Lo que queda prohibido es buscar cualquier excusa para atiborrarte de grasas saturadas y comer más de lo que tu propia hambre te indica.
Hambre, lo que se dice hambre, nosotros no pasamos: hambre es la necesidad de comer y no poder cubrirla. Nosotros tenemos costumbre de comer tres y hasta cinco veces al día. En el tercer mundo, comen cada tres días y no le hacen asco a unas acelgas, a un pez que ya huele mal, a un pan duro… Tú pregúntate cuando estés a mitad de la comida si te comerías de buena gana ese plato que tanto aborreces… y si la respuesta es “no”, es que ya has saciado tu hambre y puedes dejar de comer.
Os contaré una anécdota graciosa al respecto: pasé un verano con mi madre en la clínica Buchinger de Marbella (sí, sí, a la que iba Carmen Sevilla) donde pasas 15 días a base de caldos: caldo de tomate (que no tomate triturado), caldo de pepino, de puerro… aquello era un drama, pasamos un hambre que no podíamos ni dormir por las noches. Yo me acuerdo que le lloraba a mi madre: -mamá, tengo tanta hambre que hasta unas judías verdes me parecen ahora mismo un manjar… Y desde entonces no como si no me resultan apetecibles unas judías verdes. Comer por costumbre, porque toca o por aburrimiento son grandísimos y carísimos errores. Y digo carísimo muy a propósito.
Otro gran error es comerse algo por no tirarlo, por no guardar ese poquito en la nevera, porque hay gente que pasa hambre… Está claro que tú no, y que esas personas no van a dejar de pasar hambre porque tú te lo comas todo. Recuerda: no eres el cubo de la basura de tu casa. Además, vas a gastar más dinero en gimnasios, pastillas adelgazantes, cremas anticelulíticas y tratamientos estéticos de lo que te ha costado esa pizca de lo que sea que te resistes a tirar. Si tienes una mascota canina en casa, deja que también celebre las Navidades… Es una buena solución, no como costumbre pero aceptable por una vez.
Ahora bien, lo ideal es comer poco, sírvete pequeñas cantidades de lo que haya, no te prives y menos en fiestas de tonterías como el pan, el turrón, un polvorón… ni se te ocurra hacer estupideces como comprar turrón o polvorones light… (creo que es una tautología, como la mantequilla light). ¡Pero eso no significa que te lo comas todo! Me acuerdo que una vez una conocida me dijo que durante las Navidades no podía haber comido menos… me contó que sólo probó el pavo relleno con patatas asadas en mantequilla de su madre… y sólo probó cada uno de los polvorones, de cada sabor, igual que de todos los tipos de turrones. Lo mismo le ocurrió con el roscón de Reyes, la noche de Reyes, la mañana de Reyes y los tres días siguientes… Sólo de recordarlo me estoy sintiendo enferma. En realidad ¡no podía haber comido más!
Una persona elegante, sana, ágil y que se respeta y se quiere puede comer con cabeza y con prudencia, comer para vivir y no vivir para comer. Puede comer en Navidad los manjares de mamá y compensar un poquito en la cena con una ensaladita más ligera y un caldo de verduras, por ejemplo… Puede tomar un polvorón de postre… y puede luego moverse un poco, como dar un paseo con tu hija o con tu marido o con tus amigas por las frías calles de tu ciudad y disfrutar de las luces navideñas mientras aligeras tu cuerpo de la sobrecarga que le has metido. Otro truco es acompañar las comidas con limonada casera en lugar de vino o refrescos artificiales: además de ser más sano porque no lleva alcohol ni gas, ayuda a desengrasar nuestro interior.
Si te ocupas tú del menú, intenta dar opciones más sanas como ensaladas riquísimas de guarnición y de postre unas manzanas asadas con canela…
Y sobre todo, y más importante que por la estética, porque recordar el nacimiento de Jesús Niño en un pesebre no se debería celebrar comiendo como paganos… ¡FELIZ NAVIDAD!



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