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TORMENTA EN LA MODA

OPINIÓN, abril 2011
por Josefina Figueras | Nº 56
John Galliano
John Galliano
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La Semana de la Moda de París no ha dejado en el recuerdo sólo un festival de líneas y colores. La capital de la moda vive momentos difíciles, con la “puntilla” de la defenestración de John Galliano de la Casa Dior y con un juicio pendiente al diseñador “por sus insultos racistas y antisemitas”. ¿Qué le pasa al sector de la moda más elitista? ¿Será que la presión para ser creativos ante un examen de seis y hasta ocho colecciones al año pasa factura? ¿Que se pisa con tanta fuerza el acelerador del sistema que acaba reventando el motor? A la vez ya se alzan voces que auguran un ciclo nuevo en la moda que superará al reinado de las grandes figuras para dar más poder a equipos de diseñadores anónimos.

Las noticias alarmantes sobre los profesionales de la moda han sido frecuentes en estos últimos tiempos. Hace un año nos llegaba la noticia de la traumática muerte de Alexander McQueen y, recientemente, que Cristophe Decarmin, el director creativo de la casa Balmain, había ingresado en un hospital mental a causa de un ataque nervioso. Por último, el bombazo Galliano, que se encuentra en estos momentos en un hospital de Arizona en proceso de desintoxicación alcohólica.

Galliano llevaba 15 años como director creativo de Dior. El grupo LVMH de Bernard Arnault, el más importante dentro del sector del lujo del que forma parte la firma, había obtenido en 2010 un beneficio de 35 millones de euros, casi el triple que el año anterior. Cada temporada, al terminar el pase de la colección, John Galliano salía a saludar, después de mantener un rato en suspense al publico, disfrazado de espadachín, de torero, de astronauta, de cualquier cosa… pero se aplaudían sus excentricidades con la idea comúnmente aceptada de que la creatividad va unida a un punto de locura en aras a impulsar las ventas de una industria legendaria.

Cuando al fin Galliano se salió del tiesto, la casa Dior dio por zanjada la cuestión y rescindió su contrato. Después de unos días de expectación, se pasó la colección del genio despedido en los salones de la firma de la Avenue Montaigne. Al final del desfile, en vez del estrafalario diseñador, salió a la palestra, acaparando el protagonismo por primera vez, un equipo de cerca de 40 costureros y costureras vestidos con sus batas blancas, trabajadores anónimos que eran también artífices destacados dentro de aquella fábrica de sueños. El director ejecutivo de la firma, Sidney Toledano, recibió junto a ellos una ovación clamorosa de los cerca de mil asistentes al desfile. “Los valores de la Casa Dior -dijo Toledano – son el “savoir faire”, las manos artesanales de sus costureros y el respeto.”

Las reacciones de los compañeros de profesión de Galiano no se hicieron esperar. “Me pone furioso -dijo Karl Lagerfeld– la gente creerá que somos todos iguales. Si aceptas un cargo como éste no puedes comportarte así”. Michael Kors opinaba: “Cualquier diseñador, ya sea de estilo pragmático o fantasmagórico, tiene que arreglárselas para pisar el suelo y volver a la realidad”. Marc Jacobs decía: “Se debe todo a un problema mental y espiritual. Las personas felices, sanas y espirituales no se dañan a sí mismas”.

Todo apunta a señalar a Galliano como una víctima más de la voracidad de la moda, de un mundo cruel y acelerado ante el que es fácil que sucumban personas presas de su narcisismo, sin unos principios éticos muy claros y con un estilo de vida que les lleva a tomar actitudes y soluciones equivocadas.

El diseñador ha manifestado: “Sólo puedo culparme a mí mismo. Debo enfrentarme a mis errores y trabajar duro para ganarme el afecto y la comprensión”. Es de esperar que encuentre nuevas oportunidades. A pesar de sus tremendos errores, es un creador de un arte exquisito y de una extraordinaria brillantez. Pero detrás de esta historia se atisba algo que parece inexorable. Que los negocios acelerados que generan presiones incontrolables se verán superados por algo que vimos con simpatía en el último desfile de Dior: un equipo de trabajadores que, con su buen hacer y su trabajo esforzado, son capaces de conducir a la moda por caminos más humanos y más seguros.




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