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EDUCAR EN LA ELEGANCIA

OPINIÓN, septiembre 2011
por Marinella Calzona | Nº 60
Sencillo pero elegante
Sencillo pero elegante
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Educar en la elegancia es una manera de educar en la belleza. Así se expresa la directora de la escuela secundaria italiana Righi Monica Galloni en la circular enviada a los padres y a los estudiantes, con la propuesta de un código de vestimenta específica para asistir a clases. “Lo importante es que no se trata de imponer uniformes o establecer límites a la creatividad sino más bien de continuar desarrollando, también en este campo, la función principal y esencial de la escuela: educar. Para educar, en concreto, en la elegancia”. Unas ideas muy válidas aplicables a cualquier país.

Vestirse es un arte: es escoger aquello que se halla en mayor armonía con el contexto, el vestido idóneo para una ceremonia concreta, el acertado para esa primera entrevista de trabajo; aquel que me asegura causar una buena impresión a personas desconocidas pero importantes; aquel adecuado para la playa o la discoteca, o idóneo para el lugar de trabajo o la escuela; el que se adapta mejor a mi edad y a mi estracto social; el apropiado para una boda en el campo; el que mejor se adapta para ir de compras por la mañana o para ir a una fiesta por la noche. 

Con mucho ingenio, pero también con la precisión de una asesora de imagen, la profesora Galloni señala ejemplos, dirigidos a chicas y a chicos, de los que merece la pena tomar nota. “A modo de ejemplo: las chanclas en la escuela no son elegantes, en la playa sí. En la escuela una minifalda no es elegante –ni tampoco un escote generoso- aunque se trate de una profesora, en una discoteca quizá sí. Un pantalón corto en la escuela (con pelos en las piernas de diversos largos) no es elegante. Y no lo es en ninguna otra parte. En la escuela, mostrar la ropa interior mientras se camina por los pasillos, no es elegante. 

La regla básica de la elegancia es la armonía con el contexto. El problema no radica tanto en qué se lleva sino en el lugar en el que se lleva. La profesora recuerda con sabiduría: “Un hombre de esmoquin o una mujer con traje largo de noche no necesariamente serán los más elegantes allí donde la ocasión no requiera ese tipo de vestimenta”. Así, los pantalones cortos, el pareo, el vestido escotado, las chanclas, las camisetas sin mangas se justifican en un lugar de costa y veraneo, siempre que no sean muy exagerados y no dejen ver la ropa interior. No son adecuados, por el contrario, en la ciudad ni siquiera si están adornados con incrustaciones de piedras o perlas… 

El vestido tiene la función de embellecer el cuerpo. Es necesario, ante todo, conocer la complexión del propio cuerpo y elegir aquellas líneas, estampados y colores que pueden camuflar los defectos y ensalzar los puntos fuertes. Aún la silueta más delgada tiene sus puntos débiles y con un poco de astucia pueden permanecer ocultos. Aún la chica más graciosa corre el riesgo de “perjudicar” su look adoptando un tipo de vestimenta sólo porque está de moda, sin percatarse del efecto que causa en ella, o equivocándose en el color del cabello o en el maquillaje. Merece la pena mirarse al espejo y preguntarse si lo que llevo mejora mi aspecto, y no si voy a la moda o si estoy o no sexy y provocativa. 

La indumentaria debe expresar mi identidad y mi personalidad. Si soy amante de los deportes y de la vida al aire libre, no sabré llevar con desenvoltura un vestido de corte romántico con volantes, cintas, etc. La conciencia de uno mismo, de quién soy y de cuánto valgo son importantes en la búsqueda del look adecuado, a fin de no “venderse” o depender del criterio de otras miradas.
 
Vestir a la moda y ser elegante al mismo tiempo es una arte nada fácil de lograr. Se aprende con la práctica, con mucho espíritu crítico frente a las propuestas de los estilistas y también frente al estilo socialmente impuesto: la moda juvenil que impera en la calle. No es necesario imitar la vestimenta de las mujeres elegantes pero vale la pena tener algún buen ejemplo que no sean algunas presentadoras de televisión, que destacan por su mal gusto. 

Aplaudimos la iniciativa de la escuela secundaria de Roma, aplicable también a las escuelas de cualquier país, que ha tenido otros precedentes incluso en algunos centros educativos, cuyos profesores han debido de indicar a los padres cómo vestir a sus hijos para ir al colegio. El año pasado, una clase de un instituto de Milán, por iniciativa del profesor de Arte, vivió la celebración de una Jornada de la Elegancia. 

Porque está claro: la elegancia es belleza. Y la belleza se debe expresar en las relaciones sociales: “respeto al lugar institucional, léase la escuela, y a las personas, en primer lugar a vosotros los estudiantes, que aquí trabajan”, en palabras de la profesora Galloni.
No adecuado ni para la escuela ni para la ciudad
No adecuado ni para la escuela ni para la ciudad
Combinación errónea de prendas
Combinación errónea de prendas
Inadecuado para la escuela
Inadecuado para la escuela

EDUCAR EN LA ELEGANCIA

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Combinación acertada de las prendas

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